Borocotito

04/06/20
Hola queridos amigos espero que estén bien. 
Hoy tenemos recién salida del horno la primera parte de "Desventuras de Tío Alberto". 
Gabi.
Ricardo Lorenzo Rodríguez se hizo famoso en televisión como "el Dr. Borocoto", alias heredado de su padre, relator de fútbol. Cirujano pediatra, incursionó en política desde 1996 junto a Luis Patti, luego con Cavallo y, para las legislativas de 2005, con Macri. El niño Mauricio ganó en la Ciudad y Borocoto entró como un tren. Sería legislador nacional. Pero, siempre hay un pero. Don Borocoto antes de asumir su banca decidió formar un partido unipersonal y apoyar al Kirchnerismo. 
La versión oficial dice que Tío Alberto lo conocía desde el 2000, cuando ambos eran cavallistas y concurrían juntos a la platea de Argentinos Juniors. Ambos se reunieron con Tío Néstor en la Rosada, y a la salida, Don Borocoto dijo que lo trataron muy bien. Y que le prometieron un reemplazo para el acelerador lineal (para combatir el cáncer) para el Garrahan. Todo sea por los niños enfermos. Y un tiempo después el hijo de Don Borocoto, Alejandro, a quien llamaremos Borocotito, obtuvo un puestito en el Gobierno Nacional, que el niño Mauricio no le podía dar.
Un año después en WikiLeaks transcendio que Tío Néstor lo había apretado un poquito. Pero por qué?
La versión extraoficial, según, Garganta Profunda, sería la siguiente:
Borocotito estaba pasando unas inolvidables vacaciones en el Hotel Conrad Punta, en Parada 4, Playa Mansa. Allí disfrutaba las noches bronceado y apasionado en las mesas de Blackjack y Póker. Todo muy lindo, pero...se enterró en una deuda de 500 mil dólares. Febriles llamadas a Buenos Aires a Don Borocoto. Porque la platita no la tenía. Y su padre viajó raudamente a Punta a firmar documentos...entre lágrimas Borocotito le juraba que lo iba a solucionar.🙄
Y, con su radar para detectar personas en situación de ruina, apareció Tío Alberto. El operador político disfrazado de Jefe de Gabinete de Kirchner, lo atajo a Don Borocoto ni bien bajo del avión. Sus muchachos lo cargaron en una chata de vidrios polarizados, y lo metieron en un departamento de Perú al 300, a metros de la legislatura porteña, dónde los macristas lo esperaban en vano. Lo tuvieron dos días a café y rohypnol. Tío Alberto le perforaba el cerebro a través del Nokia con tapita que tenía Don Borocoto. En un momento se rompió la cafetera Atma que parecía una locomotora. Nadie tenía tarjeta para comprar otra y le pidieron a uno de los secretarios de Tío Alberto; pero los cortó ahí nomás. Había 500 lucas verdes para comprar al viejo, pero no para cafetera. Típico del Kirchnerismo. Albertito, como lo llamaba el Dr,  insistió tanto para que saltara al Peronismo, que Don Borocoto, entre sollozos, se rindió. Estaba tan humillado que, de un attache de cuero marrón, extraía fotos de sus días de gloria en la tele, o con sus colegas en el hospital y se las mostraba a sus captores. Sabía que estaba firmando su certificado de defunción social. Tenía razón, hoy vive aislado en su casa de Devoto, casi con la plata al día. Y Borocotito...ya no se broncea.

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